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ntre subidas y bajadas y curvas redondeadas, llegamos un nublado domingo de mayo a San Juan Sacatepéquez. El paisaje hacia nuestro destino estaba cargado de transportistas atrevidos, picops llevando a familias enteras en la parte de atrás (contamos hasta 20 personas en uno), áreas verdes, basura tirada en la carretera y publicidad de muebles de madera. Algunas veces los mismos muebles exhibiéndose servían para este fin. Yo sin conocer muchos detalles del lugar, me reconforté al escuchar la charla ilustrativa de nuestro catedrático cuando nos recibió frente a la Municipalidad. Sus instrucciones fueron más que acertadas para poder tener un acercamiento con las personas locales, para buscar a identificar tres grandes rasgos en la localidad: comercio, liderazgo e identidad.
Mi experiencia en Chimaltenango hace algunos meses me había permitido reunirme con mujeres indígenas, lideresas dentro de sus comunidades, lo que me ayudó a desarrollar sensibilidad y admiración por mis compatriotas; sin embargo, el acercamiento y enfoque para esta visita era distinto, por lo que tuve que ser más cauta y delicada para hablar con las personas que, sin conocerme, iban a ser la base para desarrollar estas líneas.
Empezamos el ejercicio alrededor del mercado ubicado en la Plaza Central, observando, caminando y percibiendo los múltiples y ricos colores y olores de la venta de la mañana dispersos en diversos "puestos". Me acerqué a una mujer hincada que tenía a la venta únicamente flores blancas - parecidas a las equináceas - varios ramos de ellas. Antonia, siembra esas flores en el jardín de su casa. Me cuenta que debe esperar aproximadamente tres meses para que florezcan. Su esposo e hijos se dedican al cultivo de estas, así como a la siembra de rábanos para la venta. Sus hijas se dedican a la elaboración de textiles. Antonia es evangélica y tiene ocho hijos y 16 nietos. De los hijos que ya son padres o madres, cada uno tiene cuatro hijos. La familia de Antonia, así como muchas más de Sacatepéquez, va en aumento. Según el último censo de 2004[1] la población de todo el municipio en ese año era de 150,000 habitantes.
La percepción de Antonia en cuanto a la seguridad es que ha mejorado desde hace dos años y que cuando se identifica a un ladrón los mismos vecinos lo entregan a la policía. En cuanto al comercio de su producto y los precios, Antonia conoce los principios básicos de la economía al expresarme que el precio de la flor ha bajado porque hay mucha oferta y además de ilustrar cómo se han encarecido los alimentos en su pueblo y es que la libra de maíz antes costaba Q1.25 y ahora Q1.95. Respecto a la autoridad del mercado/Municipalidad, ella hizo alusión a un cobrador de la Municipalidad que pasa cada día que ella y sus compañeros ponen su "puesto" y es a quien deben de pagar Q1.00 por el derecho de vender ahí. Cuando le pregunté su opinión respecto a Rigoberta Menchú, no sin antes darle una breve introducción algo improvisada sobre las próximas elecciones, me dijo que hay desconfianza generalizada hacia los candidatos. Nada más.
La segunda mujer entrevistada también vendedora de flores, se llama Fidelia, es evángelica y madre de cinco hijos. Dos de ellos estaban con ella, un niño y una niña entre 6 y 7 años. La mirada de Fidelia era distante y actuaba casi de forma mecánica. No corregía a sus hijos quienes al jugar de forma tosca se estaban haciendo daño frente a ella. Adicional a las flores tenía manojos de bledo a la venta a Q0.50. Esto me inquietó, pues sin ser matemática puedo deducir lo muy poco que puede ganar por cada uno de estos manojos vendidos, si es que los vende todos antes de que caduquen. Fidelia brindó menos detalles a mis preguntas y la percibí un poco reacia a dar información; sin embargo, fui un poco insistente para poder concluir con mis preguntas. En cuanto a la seguridad, me indicó que no confían en la policía, por lo que ellos mismos se encargan de la justicia. Ella considera al Alcalde como la autoridad del lugar y no sabe quién es Rigoberta Menchú. Cuando pregunté sobre el tema del comercio y su percepción/conocimiento de precios me respondió: "Está barato. No se vende."
La siguiente entrevistada también es evangélica, madre de dos hijos. Su venta de flores estaba cerca de la de Fidelia, a la salida de la catedral. Sus flores eran muy coloridas y diversas y me atrevo a decir que ella tenía bastantes años de dedicarse a esto por la forma en que negociaba y se desenvolvía con los clientes. Creo que fue un poco inoportuno el momento en que quise charlar con ella, pues justo fue la hora en que concluyó la misa de 9:00 a.m. y cuando empezaba la próxima (las misas son seguidas - a cada hora en este día) un grupo de mujeres se acercó a ella para comprarle ramos de rosas arreglados. Alcancé a preguntarles que para quién eran las rosas que compraban a Q3 y Q6 y me dijeron que eran para la virgen. En un momento que pudo, esta vendedora indicó que hay seguridad y sabe que la Alcaldesa es Marta de Coronado. Respecto a los precios, me dijo que estos están baratos y que logra vender más cuando suben. No pude conseguir más datos o confidencias de ella, pues estaba evidentemente ocupada. Sin embargo, esos minutos intentando hablarle me permitieron ver cómo estas valiosas mujeres aprovechan cada oportunidad para vendar y rebajar los precios, para atender a varios clientes a la vez y para armar sus ramos de flores y adornarlas de manera artesanal.
Conforme fui avanzando en las "entrevistas" fue creciendo mi curiosidad. Intenté hacer preguntas más allá del formato para poder conocer la realidad de las personas de San Juan Sacatepéquez y así entender un poco mejor la complejidad de su estructura social. Era un poco difícil escoger a la próxima persona, pues muchas al verme como mujer no indígena, el interés que obviamente manifestaban era el de venderme algo más que el de platicarme. Sin duda, más de alguna se desilusionó al ver que el motivo de que yo me acercara era para obtener algo de ellas más que para darles dinero a cambio de sus productos.
Fuera de la iglesia, después de haber platicado brevemente con la anterior entrevistada, encontré a Manuel, un hombre de aproximadamente unos 55 años. Manuel, vendedor ambulante, es un hombre de baja estatura, con canas, sonrisa franca y mirada tímida. Me confiesa que no tiene religión y que es padre de ocho hijos: cuatro hombres y cuatro mujeres. De sus hijos e hijas la que más pudo permanecer en la escuela llegó a 1ero Básico; de ahí, el resto asistieron hasta 4to primaria. Manuel es de Tierra Nueva, Florida Zona 6 de Chinautla. Explica que a él no le cobran Q1.00 pues es vendedor ambulante. Entre las "curiosidades" que tiene a la venta están carritos, pitos, juguetes de plástico de diversos colores y tamaños, los cuales carga en el hombro de un lado a otro. Dado que Manuel era honesto y abierto para hablar, quise preguntarle si se consideraba indígena y me dijo que su familia era de la costa (de Tiquisate) y que allá ellos se consideraban "naturales". Respecto a Rigoberta Menchú no quiso opinar sobre ella. No sé si se debe a que desconocía quién era ella o si no entendía bien quién era yo y que creyera que sus comentarios pudieran perjudicarle. El considera que todo está más caro y repara en que allá por los años 70 se vivía mejor y había más respeto. Manuel se sincera al decirme "el país ya no se compone." Agradecí la apertura de Manuel y una vez más me mueve un poco conocer los detalles de personas como él que subsisten de lo que pueden vender por ratos el día de mercado. Manuel toma más de un autobús cada domingo para poder llegar a la salida de la misa y vender lo que pueda en esas horas, para luego regresar a su casa con lo poco o mucho que haya vendido ese día y poder alimentar a su montón de hijos, quienes seguramente aspirarán a un trabajo similar al de su padre.
Un compañero y yo seguimos la sugerencia de nuestro catedrático y visitamos sin mayor expectativa una tienda de muebles de madera. Por fuera me dio un poco de incertidumbre, pues los vidrios están polarizados y la construcción no cazaba en lo que yo acababa de ver alrededor del mercado. Se leía un letrero "AQ'ABAL" que quiere decir nuevo amanecer en kaqchiquel. Mi percepción del lugar cambió al entrar a esta mueblería. Entramos en la tienda y nos atendió Mayra Suruy, una mujer indígena joven, evangélica que vestía un lindo traje típico morado. Ella calzaba tacones y hablaba un español muy fluido y correcto. En la tienda había diversos tipos de muebles para dormitorio, comedor, sala y pantry en exhibición. Antes de entrevistar Mayra - vendedora y encargada de la tienda los domingos- nos dispusimos a ver todos esos ejemplares preciosos de creación propia de AQ'ABAL y estábamos tan vislumbrados por la calidad y los acabados que olvidamos por un momento para qué habíamos llegado. Yo por un interés personal en el tema de ambiente quise saber si ellos elaboraban los muebles con madera certificada para constatar que no proviniera de tala ilegal. Me comentó que se les han acercado personas en varias ocasiones que llegan a ofrecerles madera sin facturar, pero que ellos no la compran. De alguna forma quise convencerme que esto calmaba mi duda. En cualquier caso, la visita a AQ'ABAL fue muy productiva para conocer cómo piensa una mujer con escolaridad y con superación profesional. Mayra nos explicó que la seguridad ha mejorado gracias a la "ronda", la cual es un grupo de vecinos organizados para velar por la seguridad del lugar, pues según también comentó, no se confía en la policía. Puntualizó en una reciente pesquisa de dos ladrones que fueron dejados en libertad por las autoridades. La "ronda" entró a la estación de policía para sacar de ahí a los rateros, pero no los encontraron. Esto tiene un efecto de intimidación en aquellos que se ven tentados por extorsionar o robar. Nos dice que las veces que se ha sospechado de algunos jóvenes pueden estar conectados con maras o que tienen tentación de extorsionar, la "ronda" los ha ido a buscar a su casa a exigirles que aclaren la situación.
La conversación con Mayra fue larga y enriquecedora. Mantuve mi atención en escucharla y conocer su percepción sobre la vida en el pueblo y de los indígenas en general. Me comentó que los precios de "los productos básicos" han subido, aunque las legumbres siguen siendo baratas. Respecto a la opinión que le merece Rigoberta Menchú nos comentó que la Premio Nobel ha intentado que hayan más diputados indígenas en el Congreso, mas no conocen bien a aquellos propuestos para que representen muchas de las comunidades. Agradecimos a Mayra por el tiempo e información que nos brindó y nos marchamos muy admirados por su desenvolvimiento y conocimiento ante la realidad actual.
Me hacía falta la última entrevista y la hice justo antes de regresarnos a la capital. Pareciera increíble que la Ciudad de Guatemala quedando a tan sólo 32 Kms. de San Juan tenga una realidad tan distinta a esta localidad.Marta me miraba con curiosidad, sosteniendo en brazos a uno de sus hijos. Escuchaba la conversación que mi compañero y yo manteníamos con nuestro catedrático. Dado el tiempo limitado que tenía para hacer las preguntas, fui directo a hablar con ella y me presenté como estudiante de la UFM y que pedía su ayuda para contestar unas preguntas. Esta charla también fue muy ilustrativa, pues ella, al igual que Mayra tiene 30 años, pero sus condiciones son muy distintas. Marta no trabaja, ya que se queda en su casa encargada de los quehaceres del hogar, cuidando a sus tres pequeños mientras su esposo trabaja en una maquila. El estudió hasta sexto primaria. Cuando le pregunté si ella iba a tener más hijos me respondió que no sabía. Su educación la concluyó hasta primer grado de primaria. Al inquirir si su hija (quien la acompañaba) iba a seguir en la escuela me dijo que sí. Marta conoce que hay una alcaldesa y admite que no sabe quién es Rigoberta Menchú. Marta era bastante retraída y a pesar que se notaba que estaba contenta al tener la atención de alguien que no era de su pueblo, resultó un tanto difícil obtener más información de ella sin intentar dirigir las respuestas.
San Juan Sacatepéquez es un municipio del Departamento de Guatemala, lleno de color, con gente trabajadora, que madruga, que vive de la tierra y que por su misma necesidad no contempla la educación como una de sus prioridades. Tiene muchos productos qué ofrecer a los visitantes, aunque en mi percepción su potencial se limita a la agricultura. Considero invaluable lo que el invertir en la educación puede hacer: empoderar a las mujeres y a los hombres, dignificr su empleo, les permite tener mejor salud y mejorar sus prácticas de higiene, les da mayores oportunidades de desarrollo y les permite conocer mejor la realidad en que viven para evitar que intereses de empresas explotadoras abusen de sus recursos y de su fragilidad y para que busquen cambiar esa realidad.
Recientemente hablé con Mayra y la felicité nuevamente por su profesionalismo y por la educación que tiene. Me dijo que si una mujer quiere salir adelante no debe dejar que nada se lo impida. Ella por ejemplo fue abandonada por su esposo hace tres años, quien se fue a Estados Unidos a buscar mejores oportunidades como tantos miles de nuestros migrantes. El esposo de Mayra solo le manda dinero para la educación de sus dos hijos y ella debe encargarse de los alimentos, ropa, medicina y gastos de la casa. Mayra tiene estudios de secretaria oficinista y aún así - sin exagerar - se nota que puede estar a cargo de cualquier negocio de forma exitosa. Sin conocerla mucho, cualquiera puede ver en Mayra a una mujer inteligente, indígena y líder.
[1] Municipalidad de San Juan Sacatepéquez Sitio Web http://www.munisanjuansac.org/censos_en_la_historia.html (Ultimo acceso: 23 de mayo de 2011)