Indigenismo UFM
lunes, 27 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
Comparando y Contrastando el Contenido del Convenio 169 de la OIT y de Dos Acuerdos de Paz dentro del Tema de Medio Ambiente
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os temas de desarrollo rural, especialmente aquellos que afectan la vida de las comunidades/poblaciones indígenas, recursos naturales y medio ambiente, así como la identidad de los pueblos indígenas han sido atendidos por diversos gobiernos, donantes, académicos y ONGs durante varias décadas a lo largo y ancho del continente americano. Es por esto que en este espacio analizaremos un segmento del Convenio No 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes como el "instrumento jurídico internacional vinculante más completo en materia de protección a los pueblos indígenas y tribales" (OIT, 1989) y dos históricos Acuerdos, componentes clave de los Acuerdos de Paz: Acuerdo sobre Identidad y Derecho de los Pueblos Indígenas y el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria que nos orientarán respecto al tema de identidad y medio ambiente.
Nuestra intención es conocer cómo estos tres instrumentos legales convergen y discrepan en cuanto a la temática medioambiental y de recursos naturales, así como establecer si lo referido en dichos documentos resulta de beneficio para la población indígena guatemalteca.
Un poco de historia
Como sabemos, el Convenio 169 fue adoptado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra en 1989 a partir de que sus miembros encontraron similitudes en varios continentes respecto a la situación de desventaja y marginación que perjudicaba a las poblaciones indígenas y tribales de sus pueblos. Hubo especial énfasis en que las oportunidades laborales y socioeconómicas eran desiguales para estos colectivos y se buscó reconocer y promover su participación como elemento fundamental para el desarrollo y progreso de las naciones.
De acuerdo a la edición en español del 2007 "los pueblos indígenas y tribales en América Latina presentan, hoy en día, los peores indicadores socioeconómicos y laborales y la discriminación laboral por origen étnico o racial agrava las brechas de ingreso de manera radical." (Edición multilingüe del Convenio 169 elaborado por la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe, 2007)
Este Convenio establece primordialmente que haya participación y consulta de estos pueblos en aquellas decisiones que afecten su forma de vida, producción, acceso a y uso de los recursos naturales, espiritualidad, costumbres y en general aquellas que vayan a influir en su forma de vida, para lo que deben involucrarse en los distintos pasos de proyectos y planes nacionales y/o regionales que vayan a afectarles i.e. construcción de carreteras o infraestructura, establecimiento de industrias nacionales o extranjeras dentro de las tierras que ocupan, extracción de recursos naturales, reordenación territorial, entre muchas otras.
La temática que aborda el Convenio 169 es especialmente susceptible a la realidad de nuestra historia reciente, dado que el tema de la tierra, de la exclusión y marginación, de la identidad indígena, de la distribución/concentración de la riqueza en pocas manos y de la permisibilidad de la injerencia extranjera en cuanto asuntos domésticos fueron algunas de las razones por las que muchos indígenas se sumaron a la lucha guerrillera durante el Conflicto Armado Interno.
Después de 36 años de conflicto se hizo necesaria la participación y coordinación de los diferentes sectores del gobierno, sociedad civil, organizaciones indígenas y Comunidad Internacional para hacer un consenso de carácter nacional que fuera, por un lado conciliatorio y por otro, que marcara el inicio de una época hacia la construcción de un Estado multiétnico, pluricultural y multilingüe basado en el respeto a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los Acuerdos de Paz buscan entonces el desarrollo socioeconómico equitativo, participativo e incluyente, que persiga el bien común, en donde participen los sectores que componen el Estado guatemalteco en la vida económica y en las decisiones políticas; que se respeten los derechos humanos de todo el pueblo, que se hagan políticas que eviten la exclusión social, que se unan esfuerzos nacionales para resolver la problemática de las tierras y se logre el desarrollo rural, y que se fortalezca el poder civil como elemento imprescindible para la existencia de la democracia y que se dé el reconocimiento de los derechos de los indígenas, quienes representan casi el 40% de la población total de Guatemala. (INDH, 2005) Todos estos elementos están contenidos en los diferentes Acuerdos de Paz y son respaldados por un marco legal. (Ley Marco de los Acuerdos de Paz, 2005) La población indígena mantuvo una postura firme en contra de la derecha política, social y económica, así como sostuvo un fuerte rechazo a la intervención del aparato militar en los asuntos políticos.
El Convenio 169 y el Acuerdo sobre Identidad y Derecho de los Pueblos Indígenas
Partiendo de la base que el Acuerdo sobre Identidad y Derecho de los Pueblos Indígenas (AIDPI) hace referencia en su contenido al Convenio 169 de la OIT como uno de los instrumentos internacionales que le respaldan, no nos resulta complejo encontrar varias semejanzas que mencionamos a continuación:
Al analizar los elementos medioambientales en ambos documentos encontramos algunas similitudes. Por ejemplo, ambos reconocen que los pueblos indígenas tienen una conexión especial con la "madre tierra" y que las actividades relacionadas con su uso les afectan de cerca. También ambos mencionan que dichos pueblos han sido protagonistas en la relación armoniosa con la naturaleza.
Otra semejanza que encontramos es que los dos instrumentos insisten en que los gobiernos deben consultar a los pueblos indígenas previo a tomar decisiones en cuanto a los proyectos de explotación de recursos naturales, ya sea en el suelo o subsuelo, u otros que se encuentren en las tierras ocupadas por estos. Asimismo, que los pueblos indígenas deben ser tomados en cuenta para la formulación de propuestas.
Ambos documentan apuntan a la responsabilidad del gobierno en crear la legislación para proteger el uso y acceso de estas poblaciones a los recursos naturales y hacen hincapié en que este debe crear los mecanismos/instancias para implementar dicha legislación.
El desarrollo del (de los) país (es) debe no sólo considerar, sino integrar los aspectos sociales, culturales y prácticas medioambientales de los pueblos indígenas como criterios para crear programas de avance socioeconómico, de acuerdo a estos dos instrumentos.
Estos documentos convergen también en que los pueblos indígenas pueden por derecho participar en administrar, utilizar y conservar los recursos naturales encontrados en las tierras que habitan o que han habitado históricamente.
Los pueblos indígenas deben beneficiarse de los beneficios provenientes de aquellas actividades de explotación de recursos que tomen lugar en sus tierras.
Las principales divergencias
El AIDPI indica que el gobierno debe garantizar el derecho de estas poblaciones al acceso de recursos naturales y tierras para su subsistencia o actividades espirituales aunque no estén exclusivamente en las tierras históricamente ocupadas por estas.
Otra discrepancia es que dicho Acuerdo menciona que los derechos relativos a la tierra de estos pueblos deben protegerse mediante títulos de propiedad y registros y otras medidas tanto administrativas como legislativas. Es decir, introduce el elemento del reconocimiento la legalización de las tierras. Para ilustrar esto, citamos a continuación lo establecido dentro del AIDPI en el apartado Derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas:
"La desprotección de los derechos relativos a la tierra y recursos naturales de los pueblos indígenas es parte de una problemática muy amplia que se debe entre otras razones a que los campesinos indígenas y no indígenas difícilmente han podido legalizar sus derechos mediante titulación y registro. Cuando excepcionalmente han podido legalizar sus derechos, no han tenido acceso a los mecanismos legales para defenderlos." (AIDPI, 1995)
Dado que el tema de la tierra y ambiente no es abordado ampliamente en el AIDPI y para hacer más completo este ejercicio, creímos conveniente hacer también un análisis de dicho tema dentro del Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria, el cual abarca las consideraciones sobre la tenencia de la tierra y el uso de los recursos naturales. Haciendo la salvedad que dicho Acuerdo puntualiza sobre diversas reformas y que no aplica exclusivamente a poblaciones indígenas, encontramos algunas comparaciones que compartimos en este espacio.
El Convenio 169 y el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria
Tanto el Convenio 169 como el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria mencionan la importancia de la participación de los pueblos indígenas para el desarrollo y el crecimiento económico así como para mejorar su salud, educación y su involucramiento en la conservación del medio ambiente.
Otro aspecto que comparten estos instrumentos es que fomentan el uso sostenible de la tierra y sus recursos por parte de estas poblaciones.
El Art. 8, inciso 2 del Convenio 169 establece que "Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la prevención y el resarcimiento de todo acto que tenga por objeto o consecuencia enajenarles sus tierras, territorios o recursos" (OIT, 1989); lo cual nos resulta congruente con lo que el Acuerdo guatemalteco constituye respecto al Acceso a la propiedad de la tierra (Fondo de Tierras): "La política de adjudicación del fondo priorizará la adjudicación de tierras a campesinos y campesinas que se organicen para el efecto, teniendo en cuenta criterios de sostenibilidad económica y ambiental." (Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria, 1996)
Encontramos también que dichos instrumentos mencionan que los pueblos indígenas deben, dentro de lo posible, adquirir beneficios de las actividades y del desarrollo rurales y reconocen tanto el valor espiritual como cultural que tiene la naturaleza para los pueblos indígenas.
Otra similitud es que estos documentos impulsan a que los gobiernos brinden asistencia técnica y financiera a estas poblaciones en distintas áreas, incluida la medioambiental, para promover el desarrollo sostenible y equitativo.
Ambos coinciden en que el uso equilibrado de los recursos naturales es clave para el desarrollo de los pueblos indígenas ubicados en áreas rurales.
Al igual que el AIDPI y que el Convenio 169, el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria indica que los pueblos indígenas tienen derecho a la protección de sus recursos naturales, de la producción de sus tierras y del medio ambiente. Asimismo, mencionan que las comunidades deben participar en la toma de decisiones en lo que refiere a sus tierras.
Discrepancias
Aunque no es incompatible con lo establecido en el Convenio 169, el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria agrega un elemento interesante sobre la capacitación de las poblaciones rurales/indígenas para promover el ecoturismo, así como el manejo de los recursos naturales provenientes de la actividad forestal sostenible. También impulsa la creación de proyectos de artesanía que generen un valor agregado a los productos provenientes del bosque para PYMES.
Una diferencia encontrada fue que el Acuerdo propone crear un impuesto anual sobre las tierras ociosas o que no están siendo utilizadas así como un impuesto territorial para desincentivar que las personas posean tierras ociosas. Hace la salvedad que dichos impuestos no deberán promover la deforestación de tierras dedicadas a la inclinación forestal.
Otro elemento que establece el Acuerdo es "articular las políticas de ordenamiento territorial, y en particular la planificación urbana, con la protección ambiental." (Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria, 1996)
Consideramos vinculante incluir nuestras impresiones sobre un foro al que asistimos celebrado en la sede de FLACSO recientemente sobre el derecho de los pueblos indígenas a ser consultados dentro del marco del Convenio 169. Ahí sus exponentes, entre ellos una lideresa indígena y un abogado indígena de la Procuraduría de Derechos Humanos, comentaron que la piedra angular de dicho Convenio es la consulta y que esta constituye la herramienta de lucha y la forma de expresión de los pueblos indígenas. Según ellos, las consultas deben servir para alcanzar consentimiento para la toma de decisiones y no sólo para conocer la opinión de los afectados.
Durante la ponencia del abogado Victor Ferrigno se explicó que el marco jurídico del Estado actual no corresponde a la composición multicultural de Guatemala. Respecto al tema que nos interesa, se mencionó que no se informa a las comunidades sobre el impacto, daños o beneficios que las actividades de la industria cementera, hidroeléctricas, ingenios azucareros, siembra de palma africana o extracción minera tienen para los colectivos indígenas.
En un documento entregado durante la conferencia se hace alusión a unas recomendaciones dadas por el Relator Especial de la Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, de las cuales citamos la siguiente:
"Sin perjuicio de la necesidad de reglamentar el deber estatal de consulta, el Relator Especial considera que debe procederse, con la misma urgencia, a la revisión de la legislación sectorial relativa a la aprobación de los proyectos extractivos y otros proyectos de inversión en la medida en que afecten a los pueblos indígenas. Ello incluye, notablemente, la Ley de Minería, que debería ser reformada para incorporar garantías específicas relativas a la consulta y participación de reparto de los beneficios derivados de la explotación, en consulta con los pueblos indígenas."
Esto reafirma lo que tanto el Convenio 169 como el AIDPI y el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria manifiestan dentro de sus textos y es que los beneficios de actividades industriales que afecten a la vida de las poblaciones indígenas deberan traducirse en mejoras en su calidad de vida y en el desarrollo de sus pueblos. Algunos los consideran oportunistas, mas nos preguntamos: sino hay forma en que el Estado garantice los servicios esenciales para una vida digna, por qué no compartir las ganancias de los recursos si se hace de manera eficiente y responsable con el medio ambiente para que los pueblos indígenas puedan organizarse como mejor les convenga? No liberaría esto un poco al Estado de sus competencias y cargas económicas?
martes, 21 de junio de 2011
Tecpán multicolor
"Seño nos trae algo?" me preguntó Laureana, una diminuta mujer indígena con un sueter azul y sonrisa de perlas, al verme anotando en mi cuaderno verde las cosas que platicamos. Ella es madre de ocho hijos - una mujer y siete hombres- de los cuales conocí a uno, Byron, de 24 años. Laureana enviudó hace dos años. Su esposo trabajaba en el campo. Laureana vende cerezas, tomates, hongos tipo rebozuelo, papas pequeñas y grandes y aguacates. Todos los días "abre el negocio" en el Mercado de Tecpán y me explica que los días en que más se vende son jueves y domingo. Paga cada día para que muchachos carguen sus productos desde el autobús y los lleven a la calle cerca de la entrada principal de la iglesia, donde instala su venta. Su percepción es que el tomate está más caro por la lluvia. Ella no sabe leer ni escribir, mas conoce bien la relación de los precios y el valor de sus productos.
Byron estudió hasta tercero básico. El trabaja en una empresa donde hacen embutidos y productos lácteos. Yo, que soy algo "sensible" al consumo de carnes y especialmente al de embutidos, le pregunté cuáles eran sus atribuciones y si le gustaba trabajar ahí. No fue sorpresa cuando me dijo que él hace los chorizos, longanizas y otras carnes empacadas y que su trabajo "le tiene que gustar" porque es el que tiene. Byron, quien no utiliza su traje típico, es padre de dos hijas: una de dos años y medio y otra de un año. Esta última lo acompañaba y vestía un trajecito rosado de chumpa y pantalón, similar al que utilizan las bebés en la capital. Su esposa sin embargo, sí utiliza el traje indígena. Ella, al igual que Byron, estudió hasta tercero básico y trabaja los domingos en el mercado. El resto de la semana es ama de casa, atiende una pequeña venta de verduras que tiene en casa y los martes, jueves y sábados alfabetiza. Byron desconoce si ella recibe un salario por esto.
Conforme fui avanzando en el recorrido me di cuenta que una mujer ladina no pasa desapercibida en el lugar e ilustro el caso con una señora indígena a quien escuché preguntar: "Y ella por qué le está preguntando tantas cosas a tu mamá pues?" Me di la vuelta y le expliqué la razón por la que estaba ahí y la invité a participar. Solo me sonrió y desapareció. Continué conversando con Otilia, encargada de la venta de zapatos, sobre su venta y la forma en que transportaba sus productos. Fue interesante mi acercamiento, porque primero me acerqué como potencial clienta. Vi varios estilos triple “b”: buenos, bonitos y baratos y me interesaron unos café sin tacón. Otilia buscó de mi talla pero no encontró. AhÍ mismo estaba otra mujer con la que intenté iniciar conversación, pero me vio con desconfianza y a penas logré que me contara que era de Patzún, que vendía pan y que solo llegaba a ese mercado los domingos. Al preguntarle a Otilia sobre su nivel de educación me confesó que solo había estudiado hasta tercero primaria. Le pregunté sobre los planes para la educación de sus dos niños (de 9 y 7 años) y me dijo que ellos continuarían en la escuela. Su esposo trabaja en la actividad de textiles. Conforme seguimos platicando me comentó muy contenta que cuando no está en el mercado estudia los lunes, martes y viernes en una escuela pública en donde solo llegan mujeres. Fue grato ver el ánimo de Otilia y ante todo la forma tan genuina en la que me tomó confianza. Me mostró el cuaderno con los deberes de ciencias naturales que le habían dejado en la escuela a donde asiste. Su letra era legible, redonda, bonita. En la portada del libro de texto se leía “CONALFA: Primera Etapa de Post Alfabetización”. Otilia me dijo que este año está cursando 4º y 5º primaria y que el otro año estudiará 6º. Al ver su entusiasmo le creí cuando me dijo que tiene pensado seguir en la escuela secundaria. Al preguntarle si conocía quién es Rigoberta Menchú me dijo: “Ah sí! La que quiere ser presidente.” Otilia es cakchiquel.
Cerca de la venta de Otilia se encontraba Juan. Un hombre con rasgos indígenas marcados que vestía ropa de ladino: gorra negra, camisa color salmón, gabacha y pantalones negros. Juan, hombre tzutuil atiende el puesto de pescado y camarones. Se transporta en autobús. Me explica que la gente dice que los precios varían por el IVA, por la gasolina, por el pasaje y por el “veneno” para los vegetales y frutas. El es de San Antonio Palopó y sale con su venta a las 2:30 a.m. para poder estar a las 6:30 a.m. en el Mercado de Tecpán. Nadie lo ayuda, Juan paga para que alguien le lleve sus cosas hasta el puesto. Es optimista al decirme que todo se va a vender hoy día. Yo conteniendo la respiración por el olor tan fuerte de sus productos, continué varios minutos hablando con este hombre tan interesante. Me preguntó con tono de reclamo que ya que yo era estudiante de la universidad si le podía explicar por qué estaba todo tan caro y por qué el gobierno le daba el dinero a las mujeres y de dónde salía ese dinero, refiriéndose al Programa de Mi Familia Progresa. Le expliqué que ese tipo de programas se habían implementado exitosamente en otros países de Latinoamérica y que era un incentivo para lograr que las familias llevaran a sus hijos a consulta en los centros de salud y a la escuela. Me miraba con desconfianza, pero creo que logró entenderme lo que le expuse. Juan es padre de tres hijos: una de diez, otra de seis y uno de cinco meses. Me explica que les cobran Q5 diarios a cada puesto por poner la venta y me regala un ejemplo de cómo es su agenda todas las semanas: lunes descansa; martes va a la costa a comprar camarón y pescaditos; miércoles y jueves va a vender a Patzicía; jueves vende en Tecpán; viernes en Sololá; sábado y domingo de nuevo llega a Tecpán. Vende entre 30 y 40 libras de cada producto al día. “Todo se vende”.
Juan es consciente y honesto y me dice que por falta de educación no puede trabajar en otro lugar. Este hombre con evidente determinación y pensamiento crítico me sorprendió al comentarme que sólo estudió hasta segundo primaria. Su esposa en cambio no sabe leer ni escribir.
A pocos metros conocí a Jaimy Marlene, una niña indígena de diez años, quien astutamente cuando le pregunté por el precio de otros zapatos café sin tacón les subió el precio al percatarse que yo no era del lugar. Me complací mucho de la habilidad de la niña para vender, quien al final rebajó Q20 al par de zapatos y digo esto no por haberme beneficiado del negocio, sino porque me encantó la actitud desenvuelta y experta de esta pequeña. Jaimy estudia en la “Escuela Oficial Urbana Mixta 25 de julio de 1524.” Indagando un poco sobre la fecha, recordé que ese día fue nombrada la primera capital del reino de Guatemala en Iximché, Tecpán. Jaimy actualmente está aprendiendo las sílabas y las sumas de cinco cifras en su escuela. Su mamá sabe leer y escribir y concluyó estudió hasta tercer grado de primaria.
El hermano de Jaimy se acercó al verme platicando con la niña. Francisco, un joven bastante serio, vestido con jeans, t-shirt y gorra, tomó un ejemplar de Nuestro Diario y se sentó a su lado sin detener su mirada en la cliente. Intenté entablar conversación con él y me contó que estudió hasta segundo básico “porque no le dieron ganas de seguir estudiando”. Se dedica al comercio de ropa para caballero en un negocio que administra con su papá. Francisco tiene 19 años y trabaja todos los días. Al igual que su hermana Jaimy, desconoce quién es Rigoberta Menchú a pesar que tiene más escolaridad y casi el doble de edad que Jaimy.
La última entrevistada fue María Esperanza, mujer cakchiquel de 26 años. Disfruté la charla que tuvimos, pues se mostró interesada en saber mi nombre, de dónde venía, qué estaba haciendo en el Mercado y hasta me habló de “tú”. Con eso supe que tenía una puerta más abierta que cerrada, así que hice las preguntas de rutina. Ella es madre de dos niñas (3 y 2 años) y de un bebé que viene en camino. María Esperanza vive en Panabaj y llega cada domingo al Mercado de Tecpán a comprar los alimentos para la semana. Vi que en su bolsa llevaba verdura esencialmente. Para ella todo está más caro ahora. Su esposo tiene 29 años y es comerciante en Huehuetenango, a donde se va en un picop de su propiedad a ofrecer moras, fresas, güicoyitos y jocotes cuando es temporada. Ellos se casaron hace ocho años, lo cual me sorprendió, pues hubiera esperado que sus hijas fueran mayores, ya que es común que entre indígenas no se practique la planificación familiar. María Esperanza estudió hasta tercero básico y su esposo hasta sexto primaria.
A pesar que el objetivo de estas visitas es conocer más a fondo el tema de la identidad, no puedo dejar de mencionar que uno de los hallazgos de este ejercicio fue conocer que muchas mujeres piensan que después de tener hijos, por tener cierta edad, o por ser amas de casa ya no vale la pena seguir estudiando y que la vida debe ser como la de la mayoría. Yo felicité y compartí el ejemplo de Otilia tanto con María Esperanza como con Laureana intentando sembrar en ellas una pequeña esperanza que vivir mejor se puede, si hay voluntad.
Nuevamente me enorgullece saber que mujeres indígenas guatemaltecas como Otilia, Jaimy y Mayra de San Juan Sacatepéquez dejan a un lado esos prejuicios y poca asertividad de las personas de su comunidad para demostrar que se puede hacer una diferencia, sin importar la edad, condición social o etnia.
lunes, 30 de mayo de 2011
Un domingo por San Juan Sacatepéquez
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ntre subidas y bajadas y curvas redondeadas, llegamos un nublado domingo de mayo a San Juan Sacatepéquez. El paisaje hacia nuestro destino estaba cargado de transportistas atrevidos, picops llevando a familias enteras en la parte de atrás (contamos hasta 20 personas en uno), áreas verdes, basura tirada en la carretera y publicidad de muebles de madera. Algunas veces los mismos muebles exhibiéndose servían para este fin. Yo sin conocer muchos detalles del lugar, me reconforté al escuchar la charla ilustrativa de nuestro catedrático cuando nos recibió frente a la Municipalidad. Sus instrucciones fueron más que acertadas para poder tener un acercamiento con las personas locales, para buscar a identificar tres grandes rasgos en la localidad: comercio, liderazgo e identidad.
Mi experiencia en Chimaltenango hace algunos meses me había permitido reunirme con mujeres indígenas, lideresas dentro de sus comunidades, lo que me ayudó a desarrollar sensibilidad y admiración por mis compatriotas; sin embargo, el acercamiento y enfoque para esta visita era distinto, por lo que tuve que ser más cauta y delicada para hablar con las personas que, sin conocerme, iban a ser la base para desarrollar estas líneas.
Empezamos el ejercicio alrededor del mercado ubicado en la Plaza Central, observando, caminando y percibiendo los múltiples y ricos colores y olores de la venta de la mañana dispersos en diversos "puestos". Me acerqué a una mujer hincada que tenía a la venta únicamente flores blancas - parecidas a las equináceas - varios ramos de ellas. Antonia, siembra esas flores en el jardín de su casa. Me cuenta que debe esperar aproximadamente tres meses para que florezcan. Su esposo e hijos se dedican al cultivo de estas, así como a la siembra de rábanos para la venta. Sus hijas se dedican a la elaboración de textiles. Antonia es evangélica y tiene ocho hijos y 16 nietos. De los hijos que ya son padres o madres, cada uno tiene cuatro hijos. La familia de Antonia, así como muchas más de Sacatepéquez, va en aumento. Según el último censo de 2004[1] la población de todo el municipio en ese año era de 150,000 habitantes.
La percepción de Antonia en cuanto a la seguridad es que ha mejorado desde hace dos años y que cuando se identifica a un ladrón los mismos vecinos lo entregan a la policía. En cuanto al comercio de su producto y los precios, Antonia conoce los principios básicos de la economía al expresarme que el precio de la flor ha bajado porque hay mucha oferta y además de ilustrar cómo se han encarecido los alimentos en su pueblo y es que la libra de maíz antes costaba Q1.25 y ahora Q1.95. Respecto a la autoridad del mercado/Municipalidad, ella hizo alusión a un cobrador de la Municipalidad que pasa cada día que ella y sus compañeros ponen su "puesto" y es a quien deben de pagar Q1.00 por el derecho de vender ahí. Cuando le pregunté su opinión respecto a Rigoberta Menchú, no sin antes darle una breve introducción algo improvisada sobre las próximas elecciones, me dijo que hay desconfianza generalizada hacia los candidatos. Nada más.
La segunda mujer entrevistada también vendedora de flores, se llama Fidelia, es evángelica y madre de cinco hijos. Dos de ellos estaban con ella, un niño y una niña entre 6 y 7 años. La mirada de Fidelia era distante y actuaba casi de forma mecánica. No corregía a sus hijos quienes al jugar de forma tosca se estaban haciendo daño frente a ella. Adicional a las flores tenía manojos de bledo a la venta a Q0.50. Esto me inquietó, pues sin ser matemática puedo deducir lo muy poco que puede ganar por cada uno de estos manojos vendidos, si es que los vende todos antes de que caduquen. Fidelia brindó menos detalles a mis preguntas y la percibí un poco reacia a dar información; sin embargo, fui un poco insistente para poder concluir con mis preguntas. En cuanto a la seguridad, me indicó que no confían en la policía, por lo que ellos mismos se encargan de la justicia. Ella considera al Alcalde como la autoridad del lugar y no sabe quién es Rigoberta Menchú. Cuando pregunté sobre el tema del comercio y su percepción/conocimiento de precios me respondió: "Está barato. No se vende."
La siguiente entrevistada también es evangélica, madre de dos hijos. Su venta de flores estaba cerca de la de Fidelia, a la salida de la catedral. Sus flores eran muy coloridas y diversas y me atrevo a decir que ella tenía bastantes años de dedicarse a esto por la forma en que negociaba y se desenvolvía con los clientes. Creo que fue un poco inoportuno el momento en que quise charlar con ella, pues justo fue la hora en que concluyó la misa de 9:00 a.m. y cuando empezaba la próxima (las misas son seguidas - a cada hora en este día) un grupo de mujeres se acercó a ella para comprarle ramos de rosas arreglados. Alcancé a preguntarles que para quién eran las rosas que compraban a Q3 y Q6 y me dijeron que eran para la virgen. En un momento que pudo, esta vendedora indicó que hay seguridad y sabe que la Alcaldesa es Marta de Coronado. Respecto a los precios, me dijo que estos están baratos y que logra vender más cuando suben. No pude conseguir más datos o confidencias de ella, pues estaba evidentemente ocupada. Sin embargo, esos minutos intentando hablarle me permitieron ver cómo estas valiosas mujeres aprovechan cada oportunidad para vendar y rebajar los precios, para atender a varios clientes a la vez y para armar sus ramos de flores y adornarlas de manera artesanal.
Conforme fui avanzando en las "entrevistas" fue creciendo mi curiosidad. Intenté hacer preguntas más allá del formato para poder conocer la realidad de las personas de San Juan Sacatepéquez y así entender un poco mejor la complejidad de su estructura social. Era un poco difícil escoger a la próxima persona, pues muchas al verme como mujer no indígena, el interés que obviamente manifestaban era el de venderme algo más que el de platicarme. Sin duda, más de alguna se desilusionó al ver que el motivo de que yo me acercara era para obtener algo de ellas más que para darles dinero a cambio de sus productos.
Fuera de la iglesia, después de haber platicado brevemente con la anterior entrevistada, encontré a Manuel, un hombre de aproximadamente unos 55 años. Manuel, vendedor ambulante, es un hombre de baja estatura, con canas, sonrisa franca y mirada tímida. Me confiesa que no tiene religión y que es padre de ocho hijos: cuatro hombres y cuatro mujeres. De sus hijos e hijas la que más pudo permanecer en la escuela llegó a 1ero Básico; de ahí, el resto asistieron hasta 4to primaria. Manuel es de Tierra Nueva, Florida Zona 6 de Chinautla. Explica que a él no le cobran Q1.00 pues es vendedor ambulante. Entre las "curiosidades" que tiene a la venta están carritos, pitos, juguetes de plástico de diversos colores y tamaños, los cuales carga en el hombro de un lado a otro. Dado que Manuel era honesto y abierto para hablar, quise preguntarle si se consideraba indígena y me dijo que su familia era de la costa (de Tiquisate) y que allá ellos se consideraban "naturales". Respecto a Rigoberta Menchú no quiso opinar sobre ella. No sé si se debe a que desconocía quién era ella o si no entendía bien quién era yo y que creyera que sus comentarios pudieran perjudicarle. El considera que todo está más caro y repara en que allá por los años 70 se vivía mejor y había más respeto. Manuel se sincera al decirme "el país ya no se compone." Agradecí la apertura de Manuel y una vez más me mueve un poco conocer los detalles de personas como él que subsisten de lo que pueden vender por ratos el día de mercado. Manuel toma más de un autobús cada domingo para poder llegar a la salida de la misa y vender lo que pueda en esas horas, para luego regresar a su casa con lo poco o mucho que haya vendido ese día y poder alimentar a su montón de hijos, quienes seguramente aspirarán a un trabajo similar al de su padre.
Un compañero y yo seguimos la sugerencia de nuestro catedrático y visitamos sin mayor expectativa una tienda de muebles de madera. Por fuera me dio un poco de incertidumbre, pues los vidrios están polarizados y la construcción no cazaba en lo que yo acababa de ver alrededor del mercado. Se leía un letrero "AQ'ABAL" que quiere decir nuevo amanecer en kaqchiquel. Mi percepción del lugar cambió al entrar a esta mueblería. Entramos en la tienda y nos atendió Mayra Suruy, una mujer indígena joven, evangélica que vestía un lindo traje típico morado. Ella calzaba tacones y hablaba un español muy fluido y correcto. En la tienda había diversos tipos de muebles para dormitorio, comedor, sala y pantry en exhibición. Antes de entrevistar Mayra - vendedora y encargada de la tienda los domingos- nos dispusimos a ver todos esos ejemplares preciosos de creación propia de AQ'ABAL y estábamos tan vislumbrados por la calidad y los acabados que olvidamos por un momento para qué habíamos llegado. Yo por un interés personal en el tema de ambiente quise saber si ellos elaboraban los muebles con madera certificada para constatar que no proviniera de tala ilegal. Me comentó que se les han acercado personas en varias ocasiones que llegan a ofrecerles madera sin facturar, pero que ellos no la compran. De alguna forma quise convencerme que esto calmaba mi duda. En cualquier caso, la visita a AQ'ABAL fue muy productiva para conocer cómo piensa una mujer con escolaridad y con superación profesional. Mayra nos explicó que la seguridad ha mejorado gracias a la "ronda", la cual es un grupo de vecinos organizados para velar por la seguridad del lugar, pues según también comentó, no se confía en la policía. Puntualizó en una reciente pesquisa de dos ladrones que fueron dejados en libertad por las autoridades. La "ronda" entró a la estación de policía para sacar de ahí a los rateros, pero no los encontraron. Esto tiene un efecto de intimidación en aquellos que se ven tentados por extorsionar o robar. Nos dice que las veces que se ha sospechado de algunos jóvenes pueden estar conectados con maras o que tienen tentación de extorsionar, la "ronda" los ha ido a buscar a su casa a exigirles que aclaren la situación.
La conversación con Mayra fue larga y enriquecedora. Mantuve mi atención en escucharla y conocer su percepción sobre la vida en el pueblo y de los indígenas en general. Me comentó que los precios de "los productos básicos" han subido, aunque las legumbres siguen siendo baratas. Respecto a la opinión que le merece Rigoberta Menchú nos comentó que la Premio Nobel ha intentado que hayan más diputados indígenas en el Congreso, mas no conocen bien a aquellos propuestos para que representen muchas de las comunidades. Agradecimos a Mayra por el tiempo e información que nos brindó y nos marchamos muy admirados por su desenvolvimiento y conocimiento ante la realidad actual.
Me hacía falta la última entrevista y la hice justo antes de regresarnos a la capital. Pareciera increíble que la Ciudad de Guatemala quedando a tan sólo 32 Kms. de San Juan tenga una realidad tan distinta a esta localidad.Marta me miraba con curiosidad, sosteniendo en brazos a uno de sus hijos. Escuchaba la conversación que mi compañero y yo manteníamos con nuestro catedrático. Dado el tiempo limitado que tenía para hacer las preguntas, fui directo a hablar con ella y me presenté como estudiante de la UFM y que pedía su ayuda para contestar unas preguntas. Esta charla también fue muy ilustrativa, pues ella, al igual que Mayra tiene 30 años, pero sus condiciones son muy distintas. Marta no trabaja, ya que se queda en su casa encargada de los quehaceres del hogar, cuidando a sus tres pequeños mientras su esposo trabaja en una maquila. El estudió hasta sexto primaria. Cuando le pregunté si ella iba a tener más hijos me respondió que no sabía. Su educación la concluyó hasta primer grado de primaria. Al inquirir si su hija (quien la acompañaba) iba a seguir en la escuela me dijo que sí. Marta conoce que hay una alcaldesa y admite que no sabe quién es Rigoberta Menchú. Marta era bastante retraída y a pesar que se notaba que estaba contenta al tener la atención de alguien que no era de su pueblo, resultó un tanto difícil obtener más información de ella sin intentar dirigir las respuestas.
San Juan Sacatepéquez es un municipio del Departamento de Guatemala, lleno de color, con gente trabajadora, que madruga, que vive de la tierra y que por su misma necesidad no contempla la educación como una de sus prioridades. Tiene muchos productos qué ofrecer a los visitantes, aunque en mi percepción su potencial se limita a la agricultura. Considero invaluable lo que el invertir en la educación puede hacer: empoderar a las mujeres y a los hombres, dignificr su empleo, les permite tener mejor salud y mejorar sus prácticas de higiene, les da mayores oportunidades de desarrollo y les permite conocer mejor la realidad en que viven para evitar que intereses de empresas explotadoras abusen de sus recursos y de su fragilidad y para que busquen cambiar esa realidad.
Recientemente hablé con Mayra y la felicité nuevamente por su profesionalismo y por la educación que tiene. Me dijo que si una mujer quiere salir adelante no debe dejar que nada se lo impida. Ella por ejemplo fue abandonada por su esposo hace tres años, quien se fue a Estados Unidos a buscar mejores oportunidades como tantos miles de nuestros migrantes. El esposo de Mayra solo le manda dinero para la educación de sus dos hijos y ella debe encargarse de los alimentos, ropa, medicina y gastos de la casa. Mayra tiene estudios de secretaria oficinista y aún así - sin exagerar - se nota que puede estar a cargo de cualquier negocio de forma exitosa. Sin conocerla mucho, cualquiera puede ver en Mayra a una mujer inteligente, indígena y líder.
[1] Municipalidad de San Juan Sacatepéquez Sitio Web http://www.munisanjuansac.org/censos_en_la_historia.html (Ultimo acceso: 23 de mayo de 2011)
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